viernes, 21 de diciembre de 2018

12. ACUÉRDATE DEL SÁBADO, PARA CONSAGRARLO. EX. 20:8VI


*Esta palabra no hace más importante al cuarto mandamiento que a los otros nueve.  Todos lo son igualmente. Quebrantar uno, es quebrantarlos todos (Sant. 2: 8-11). 

Pero el mandamiento del día de reposo nos recuerda que el séptimo día, el sábado, es el descanso señalado por Dios para el hombre, y que ese reposo se remonta hasta el mismo comienzo de la historia humana y es una parte inseparable de la semana de la creación (Gén. 2: 1-3; PP 348). 

Carece por completo de base el argumento de que el sábado fue dado al hombre por primera vez en el Sinaí. (Mar. 2: 27; PP 66, 67, 263). 
En un sentido personal, el sábado se presenta como un recordativo de que en medio de los afanes apremiantes de la vida no debiéramos olvidar a Dios.

 Entrar plenamente en el espíritu del sábado es hallar una valiosa ayuda para obedecer el resto del Decálogo.

 La atención especial y la dedicación dadas, en este día de descanso, a Dios y a las cosas de valor eterno, proveen un caudal de poder para obtener la victoria sobre los males contra los cuales se nos advierte en los otros mandamientos.

 El sábado ha sido bien comparado a un puente tendido a través de las agitadas aguas de la vida sobre el cual podemos pasar para llegar a la orilla opuesta, a un eslabón entre la tierra y el cielo, un símbolo del día eterno cuando los que sean leales a Dios se revestirán para siempre con el manto de la santidad y del gozo inmortales.

Debiéramos "recordar" también que el mero descanso del trabajo físico no constituye la observancia del sábado.  Nunca fue la intención que el sábado fuera un día de ociosidad e 616 inactividad. 

La observancia del sábado no consiste tanto en abstenerse de ciertas formas de actividad como en participar deliberadamente en otras.  Dejamos la rutina semanal del trabajo sólo como un medio para dedicar el día a otros propósitos. 

El espíritu de la verdadera observancia del sábado nos inducirá a aprovechar sus horas sagradas procurando comprender más perfectamente el carácter y la voluntad de Dios, a apreciar más plenamente su amor y misericordia y a cooperar más eficazmente con él ayudando a nuestros prójimos en sus necesidades espirituales.  Cualquier cosa que contribuya a esos propósitos primordiales es apropiada para el espíritu y la finalidad del sábado. Cualquier cosa que contribuya en primer lugar a la complacencia de los deseos personales de uno o a la prosecución de los intereses propios, es tan ajena a la verdadera observancia del sábado como un trabajo común. Este principio se aplica tanto a los pensamientos y a las palabras como a las acciones.

El sábado nos remonta a un mundo perfecto en el remoto pasado (Gén. 1: 31; 2: 1-3), y nos advierte que hay un tiempo cuando el Creador, otra vez, hará "nuevas todas las cosas" (Apoc. 21: 5). 

También es un recordativo de que Dios está listo para restaurar, dentro de nuestros corazones y de nuestras vidas, su propia imagen tal como era en el principio (Gén. 1: 26, 27). 

El que entra en el verdadero espíritu de la observancia del sábado se hace así idóneo para recibir el sello de Dios, que es el reconocimiento divino de que el carácter del Eterno está reflejado perfectamente en la vida del hombre (Eze. 20: 20).

 Una vez cada semana tenemos el feliz privilegio de olvidar todo lo que nos recuerde este mundo de pecado, y "acordarnos" de las cosas que nos acercan a Dios.  El sábado puede llegar a ser para nosotros un pequeño santuario en el desierto de este mundo, donde por un tiempo podemos estar libres de sus cuidados y podemos entrar, por así decirlo, en los gozos del cielo.  Si el descanso del sábado fue deseable para los seres sin pecado del paraíso (Gén. 2: 1-3), ¡cuánto más esencial lo es para los falibles mortales que se preparan para entrar de nuevo en esa bendita morada! 
CBA  MHP 

lunes, 29 de octubre de 2018

11. HALLOWEEN: ¡NO TENGAS MIEDO! ¡TEN MUCHO MIEDO!


Al otro lado de la calle donde me alojo en Boston, un esqueleto está tratando de trepar por una ventana abierta del segundo piso. 
Otros dos esqueletos están subiendo al porche. Una peluca de color castaño llamativo parece sugerir que uno de los esqueletos es una mujer. Ella y su amiga parecen estar intentando acceder a la casa tomando una ruta más directa a través de la puerta principal. El porche de la casa está adornado con enormes telas de araña. Los fantasmas decoran la escena. Por la noche, dos ojos brillantes y brillantes miran por las ventanas. Tienes la idea, Es Halloween. 

Más arriba en la calle, un cráneo gigante adorna la puerta de entrada a otra residencia. Un pequeño cementerio de imitación contiene lápidas que dicen "Descansa en pedazos", "Estaré de regreso" y "Ven, únete a mí". A pocas cuadras de distancia, una familia tiene lo que el letrero llama una "Fiesta de Zombies" que se desarrolla en su patio delantero. Varios esqueletos parecen estar saliendo del suelo. Un par de cuadras más es la pantalla de Halloween más increíble que he presenciado. El patio delantero es un verdadero bosque de parafernalia de Halloween, y la casa está decorada como nunca he visto. 

Las voces llaman desde algún lugar en medio de un caos, invitaciones para unirse al difunto y "tener mucho miedo". Pero todo es divertido, ¿verdad? Los niños de todas las edades disfrutan disfrazarse con disfraces, y algunos disfraces de Halloween son divertidos y creativos. Truco o trato es una tradición estadounidense largamente establecida y muy querida. Feliz Halloween, ¿verdad? 


Incorrecto. La "diversión inofensiva" que Halloween representa para muchas personas se basa en una mentira y existe para perpetuar una mentira. La diversión no es realmente el punto de Halloween. Halloween es una celebración del espiritismo, la creencia de que los espíritus de los muertos sobreviven a la muerte corporal y se comunican o incluso se burlan de los vivos. ¡De miedo! 

Pero el hecho es que Halloween es todo un ladrido y no un bocado. Halloween se deleita con la idea de que los muertos vuelven a la vida, que los muertos acosan a las casas y que, inmediatamente después de la muerte, hay vida en otro reino.

 La verdad es que esa no es la verdad. No hay una sola razón para tener miedo en Halloween. ¿Por qué? Porque la última persona que puede molestarlo, asustarlo o atormentarlo es una persona muerta. 


La Biblia es clara acerca de esto. Al escribir en el libro de Eclesiastés, Salomón declaró: "Porque los vivos saben que morirán, pero los muertos no saben nada". 9:5.

Lejos de estar interesados en trepar por la ventana del piso de arriba, los muertos no son conscientes de nada

No, los muertos no están en el cielo alabando a Dios. La Biblia es inequívoca en ese punto. "Los muertos no alaban al Señor, ni a ninguno de los que descienden al silencio".  Sal. 115:17.

Pablo enseñó a los muertos a dormir 
(véase 1 Corintios 15: 51-55, 
1 Tesalonicenses 4: 13-18) y lo hizo claramente. 

Los que enseñan que los humanos poseen un alma inmortal o un alma que sobrevive a la muerte corporal, deben su sistema de creencias más a Platón que a la Biblia. 

La historia de la creación enseña, una vez más, claramente, que a los seres humanos no se les dio un alma, sino que Adán fue creado como "un alma viviente" (Génesis 2: 7, KJV).

 Sin un alma que sobreviva a la muerte corporal, nos queda concluir que los muertos, que no alaban al Señor y que no saben “nada”, 
No están merodeando por los vecindarios o los cementerios, ni intentan trepar por las ventanas del segundo piso. Víspera de Todos los Santos. Ellos estan dormidos 

¿Debería una persona temer a los muertos, a los fantasmas y a los ghouls? No.
 No en lo más mínimo. Vampiros? No claro que no. Zombies? No. ¿Las cosas que van chocando en la noche? Eso depende de lo que sean esas "cosas". Pero puedes estar seguro de que no son los espíritus de los muertos. 

Jesús mismo dejó salir todo el aire del globo de Halloween cuando habló a sus discípulos acerca de su amigo Lázaro. Jesús dijo: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy para que lo despierte". Los discípulos estaban confundidos por esto, "Entonces Jesús les dijo claramente:" Lázaro está muerto "" (Juan 11:11–14).

 La Biblia es consistente. Los muertos duermen hasta el día de la resurrección. Recuerde las palabras de Jesús: "Lo levantaré en el último día" (Juan 6:44). Jesús dejó en claro que los justos serán "recompensados en la resurrección de los justos" (Lucas 14:14). Si alguien sobreviviera a la muerte corporal y se fuera inmediatamente al cielo, sería "recompensado" mucho antes de "la resurrección de los justos". 

HALLOWEEN es un tigre sin dientes, y existe para perpetuar una de las mentiras más grandes de Satanás: la mentira de que los muertos no están realmente muertos. 

Es una mentira que está preparando a la gente para un engaño masivo antes del regreso de Jesús. Como Halloween viene y se va por otro año, tenga en cuenta lo que la Biblia enseña acerca de la muerte. 

La clave de la vida más allá de esta vida es Jesús, "la resurrección y la vida" (Juan 11:25). Sin Jesús, nadie sale de la tumba. Con Jesús, "los muertos en Cristo resucitarán" (1 Tesalonicenses 4:16). Nuestra esperanza de vida después de esta vida es la fe en él. Y eso no es nada de lo que tener miedo! 
John Bradshaw    MHP

viernes, 22 de junio de 2018

HIMNOS DE ALABANZA AL QUE NOS AMA Y VIVE Y REINA POR LOS SIGLO DE LOS SIGLOS. AMEN


♫♫♫♫ "...CANTAD A JEHOVÁ, porque en extremo se ha engrandecido... Alabaré yo el nombre de Dios con cántico, lo exaltaré con alabanza. Y agradará a Jehová más que sacrificio... alábenle los cielos y la tierra, los mares y todo lo que se mueve en ellos". (Éxodo 15:21. Salmos 69: 30, 31,34). ♫♫♫♫ 

https://www.youtube.com/playlist?list=PLpU_p_DQHNH9Llmxu-eVZobSKCkj5jqAG 

 HIMNOS 1-77  

HIMNOS 78-154  

HIMNOS 154–203  

HIMNOS 204–271  

HIMNOS 272 – 339  

HIMNOS 340–390  

HIMNOS 391–460  

HIMNOS 461–530  



HIMNOS 531–613  IASD/MINISTERIO HNO PIO

jueves, 14 de junio de 2018

10. ¿LOS DIEZ MANDAMIENTOS SIGUE VIGENTE?


Al leer toda la carta a los romanos, se puede ver que la vigencia y obediencia a la santa ley de Dios está vigente. Y eso nos es todo; al empezar leyendo la carta a los Corintios y en el capítulo 7, el apóstol Pablo afirma más claramente. 

 Y ese es nuestra Reflexión de Hoy. 
 “La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios”. 1Cor. 7:19.

 LA CIRCUNCISIÓN NADA ES. 
Ni el cumplimiento del rito judío de la circuncisión, ni el dejar de hacerlo, podían afectar la relación individual con Dios por medio de la fe en Jesús. Aquí se pone énfasis en la verdad de que las ceremonias externas y los ritos no tienen valor sin la fe en Cristo. 
(ver Gén. 5:6; 6:15). 

El hijo de Dios que ha nacido de nuevo es aceptado por el Señor, no en razón de la obra u obras que pudiera haber cumplido, sino debido a su fe en la gran obra efectuada a favor de él por Cristo en la cruz.
 (ver Juan 3:16; Rom. 4:5; Efe. 2:8-9). 

 Abrahán, cuya fe se presenta como un ejemplo para todos los que creen en Cristo, es llamado el padre de todos los que tienen una fe similar en Jesús, hayan sido circuncidados o no.
 (ver Rom. 4-9, 11-12). 

 SINO EL GUARDAR LOS MANDAMIENTOS DE DIOS. 
Cf. Gál. 5: 6; 6: 15. La idea es: lo que importa es la observancia 
de los mandamientos de Dios. 
Él no estima la religión de un hombre por el cumplimiento de ceremonias rituales, sino por su relación con los principios de la ley divina. (ver Ecl. 12: 13; Juan 14: 15, 21, 23; 15:10; 1Juan 2:4-6). 

"Un hombre puede guardar los mandamientos, 
esté circuncidado o no". 

 “¿Luego por la fe invalidamos la ley? 
En ninguna manera, sino que confirmamos la ley”.  
“De manera que la ley a la verdad es santa, 
y el mandamiento santo, justo y bueno” Rom. 3:31;7:12. 
CBA  Misterio Hno. Pio 

miércoles, 13 de junio de 2018

PREFACIO. LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES EN LA PROCLAMACIÓN DEL EVANGELIO DE JESUCRISTO. POR ELENA G. DE WHITE.


En todas las épocas de la triste y contradictoria carrera del mundo, Dios ha tenido sus testigos. En la naturaleza, la hierba y las flores, los matorrales y los arbustos, los valles y las llanuras, las montañas y las colinas, los ríos y los lagos, los mares y la tierra, han dado testimonio de su sabiduría, habilidad y bondad. Los cielos han dado testimonio de su poder, su omnisciencia y su divinidad. Los flamígeros orbes y resplandecientes estrellas han declarado con lenguas de luz la gloria de Dios, y revelado a los hombres la hermosura de sus obras. 

Durante siglos, su Palabra bienaventurada, viva y escrita, ha relatado la historia de su amor creador y redentor, e invitado fervorosamente a los hombres a acudir a él para hallar justicia, paz y descanso. Preeminentemente, se destaca a través de los siglos el Testigo Fiel y Verdadero, nuestro Señor Jesucristo, la Palabra de Dios encarnada, la plenitud de judíos y gentiles. Siguiendo en orden al Hijo divino, y mayor aún en su influencia directa, es la manifestación de la vida de nuestro Señor entre los hombres. Dios se deleita en tomar al ser humano imperfecto y transformarlo para "alabanza de la gloria de su gracia."
 Lo hizo de una manera supereminente después de la resurrección de nuestro Señor. 

El testimonio de Dios en los apóstoles y evangelistas fue el testimonio de una humanidad regenerada, creada de nuevo y engrandecida. Al pescador, al escriba, al estudiante, al médico, al hacedor de tiendas, habían sido reveladas visiones de Dios; y esas visiones, en el poder de Cristo, hicieron de los hombres que temían a Dios, pero no 6 temblaban ante el rostro de los hombres, seres que moldearon los siglos siguientes. 

A sus volúmenes maravillosamente instructivos de la serie: Patriarcas y Profetas, El deseado de Todas las Gentes y El Conflicto de los Siglos, la autora añadió Los Hechos de los Apóstoles, donde estudia los anales de los que testificaron por Dios después de la vida de nuestro Señor.

 Este libro inspirado arroja raudales de luz sobre la iglesia apostólica y el portentoso significado que tiene para nosotros en este tiempo. La iglesia militante exige una iglesia triunfante. En toda su guerra, sus pruebas, sus derrotas, ha tenido la visión de su victoria. Sobre todos los ruidos discordantes de la tierra, ha oído la voz alentadora de su Capitán. El que sufrió por sus hijos los está escogiendo para que reinen con él. 

 El que vino a morir en la humillación, el Doliente, vuelve en gloria, como el que ha de reinar para siempre. Los editores se alegran por tener oportunidad de dar a las almas expectantes, anhelantes, fervorosas, y al público en general, que busca la salvación en Cristo Jesús, este libro valioso, esta historia de los testigos de Dios. 
Los editores. EGW HAP MHP

lunes, 4 de junio de 2018

09. ¿QUÉ ES UN SACRIFICIO VIVO SANTO, AGRADABLE A DIOS? ¿VIVIR CONFORME A LOS DICTADOS DE LA MODA, TENDRÁ QUE VER ALGO CON CONFORMARSE A ESTE SIGLO?

 

"ASÍ que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno". Rom. 12:1-3.

 1 ASÍ QUE, HERMANOS. 
Podría referirse de nuevo y especialmente a la declaración de la misericordia de Dios que todo lo abarca (cap. 11: 32-36), o en una forma más general a todo el tema precedente de la epístola, cuya culminación está en el cap. 11: 32-36. El creyente ha sido justificado por la fe en Cristo y restaurado para que ame y confíe como hijo adoptivo de Dios, por lo tanto debe vivir una vida de pureza y santidad de acuerdo con su 611 nueva situación. 

 Por eso Pablo aclara que la doctrina de la justificación por la fe y la salvación por la gracia no fomentan ni permiten la impiedad, ni tampoco un negligente menosprecio de los mandamientos de Dios. Por el contrario, el creyente que ha sido justificado y está siendo santificado llega a estar aun más dispuesto a obedecer, pues "la justicia de la ley" se está cumpliendo en él (cap. 8: 4). 
Con amor y gratitud procura aun más fervientemente conocer, entender y cumplir "la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (cap. 12:2). 

 OS RUEGO. Pablo procede ahora a considerar la aplicación práctica de la doctrina de la justificación por la fe que ha explicado tan cuidadosamente en los cap. 1-11. La justificación por la fe no sólo significa el perdón del pecado, sino también una vida nueva. Incluye santificación y justificación, transformación y reconciliación. El propósito de Dios es restaurar completamente a los pecadores para hacerlos idóneos para vivir en su presencia. 

MISERICORDIAS DE DIOS. Gr. oiktirmós, palabra que expresa la más tierna compasión (ver 2 Cor. 1: 3). Es un término más enfático que eleos, el vocablo que se traduce "misericordia" en Rom. 11: 31. Pablo presenta esta tierna compasión como el motivo para la obediencia. Dios ha demostrado una misericordia tan grande al dar a su Hijo para que muriera por los pecadores y al perdonar sus rebeliones, que debieran con gozo consagrarse a él.

 PRESENTÉIS. Gr. paríst'mi, "colocar al lado", por lo tanto, "presentar". Compárese con el uso de esta palabra en Luc. 2: 22; 
Efe. 5: 27; Col. 1: 28. 

 VUESTROS CUERPOS. Pablo primero exhorta a los cristianos a que consagren su cuerpo a Dios, y después los insta a presentarle sus facultades intelectuales y espirituales (vers. 2). 

La verdadera santificación es la consagración de todo el ser: "espíritu, alma y cuerpo" (1 Tes. 5: 23), el armonioso desarrollo de las facultades físicas, mentales y espirituales, hasta que la imagen de Dios -en la cual fue creado el hombre- sea perfectamente restaurada (Col. 3: 10). 

 *La condición de la mente y del alma depende en gran medida de la condición del cuerpo. Por lo tanto, es esencial que las facultades físicas sean conservadas en óptima salud y en el mejor vigor posible. 

Cualquier práctica dañina o complacencia egoísta que disminuya la fortaleza física dificulta el desarrollo mental y espiritual. El enemigo de las almas conoce bien este principio, y por lo tanto dirige sus tentaciones al debilitamiento y a la degradación de la naturaleza física. 

Los resultados de esa mala obra eran perfectamente evidentes para Pablo quien procuraba rescatar a los paganos de sus prácticas degradantes (ver Rom. 1: 24, 26-27; 6: 19; Col. 3: 5, 7) y se esforzaba por afirmar a los nuevos conversos en pureza de vida (ver 1 Cor. 5: 1, 9; 6: 18; 11: 21; 2 Cor. 12: 21). Por lo tanto, los exhorta a que presenten sus "miembros" a Dios como "instrumentos de justicia" 
(Rom. 6: 13; cf. 1 Cor. 6: 15, 19; 7: 34). 

 El cristiano debe someter las tendencias de su naturaleza física bajo el dominio de las facultades más elevadas de su ser, y éstas a su vez deben estar sometidas al control de Dios. 
"La Facultad regia de la razón, 
santificada por la gracia divina, 
debe regir la vida" (PR 359). 

Sólo entonces el creyente puede ser hecho idóneo para ofrecer a Dios un "culto racional" 
(ver com. "racional" y "culto").

 SACRIFICIO VIVO. 
Los sacrificios del sistema ceremonial del AT consistían de animales muertos. El sacrificio cristiano consiste de una persona viva. El adorador cristiano se presenta vivo, con todas sus energías y facultades consagradas al servicio de Dios. 

SANTO. A los judíos se les había prohibido expresamente que ofrecieran en sacrificio un animal que fuera cojo o ciego, o que tuviera una deformidad (Lev. 1:3, 10; 3:1; 22:20; Deut. 15:21; 17:1; Mal. 1:8). Cada ofrenda era examinada cuidadosamente, y si se descubría en ella cualquier defecto, el animal era rechazado. Los cristianos también deben presentar su cuerpo en la mejor condición posible. 

Todas sus facultades y capacidades deben ser conservadas en pureza y santidad, pues de lo contrario la consagración del cristiano no puede ser aceptable delante de Dios. Esta no es una exigencia arbitraria. Dios desea la completa restauración de los creyentes. Esto incluye necesariamente la purificación y el fortalecimiento de las facultades físicas, mentales y espirituales. 

Por eso el cristiano que se somete por fe a la forma que Dios tiene de salvar al hombre, gozosamente obedecerá esta orden de considerar la salud de su cuerpo como un asunto de máxima importancia. Proceder de otra manera es estorbar la obra divina de la restauración. 

 AGRADABLE. Ver Fil. 4: 18; Col. 3: 20; Tito 2: 9. 612 El Dios que amó al mundo de tal manera que dio a su Hijo para salvar a los pecadores, "se agrada" cuando los hombres se apartan de los hábitos con los cuales se destruyen a sí mismos, y se entregan plenamente al Señor. De esa manera hacen que él pueda cumplir su bondadoso propósito de rescatarlos y llevarlos a la perfección con que originalmente fue creado el hombre. 

 CULTO. Gr. latréia. Este término implica un acto de servicio religioso o de adoración. Compárese con su uso en Heb. 9: 1 y Rom. 9: 4. Pablo está hablando de un culto que tiene que ver con la mente, la razón, el alma, como algo diferente de lo que es externo y material. 
La consagración que hace el cristiano de sí mismo a una vida de pureza y santidad es un acto de culto espiritual. 
Ya no ofrece más animales en sacrificio, sino se ofrece a sí mismo en un acto de servicio religioso que involucra su razón. 
Por eso Pedro describe a los creyentes como "un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo" (1 Ped. 2: 5; cf. CRA 82). 

 Este versículo atribuye un profundo significado a los principios de una vida saludable. El creyente cumple con un acto de culto espiritual al ofrecer a Dios un cuerpo santo y sano, junto con una mente consagrada y un corazón dedicado, porque al proceder así somete todo lo que hay en él a la voluntad de Dios y así abre el camino para la plena restauración en él de la imagen divina. 
Conservar las facultades físicas en la mejor condición posible es un acto de servicio religioso. Esto se debe a que el cristiano glorifica a Dios en su cuerpo (1 Cor. 6: 20; cf. 1 Cor. 10: 31), cuando sirve como ejemplo vivo de la gracia salvadora de Dios y participa con gran fuerza y energía en la obra de difundir el Evangelio. 
En esta forma fue como la corte de Babilonia contempló en Daniel y en sus compañeros "una ilustración de la bondad y beneficencia de Dios, así como del amor de Cristo" (PR 359). 
 Sus vidas puras y su notable desarrollo físico, mental y espiritual fueron una demostración de lo que Dios hará por aquellos que se entregan a él y procuran realizar los propósitos divinos. Ver com. Dan. 1: 12, 18.

 RACIONAL. Gr. logikós, "razonable", "espiritual', "lógico". Esta palabra aparece sólo una vez más en el NT en 1 Ped. 2: 2, donde se ha traducido como "espiritual" (ver comentario respectivo). 

 2. CONFORMÉIS.
Gr. susj'matízÇ, "conformarse uno al molde de otro". Este verbo también se usa en 1 Ped. 1: 14. 

 SIGLO. Gr. aiÇn, "edad" o "siglo" (ver com. Mat. 13: 39; 24: 3). 
La expresión "los hijos de este siglo" (Luc. 16: 8; 20: 34) podría traducirse "los hijos de este mundo", como se lee en la BJ. El cristiano no debe vivir de acuerdo con los usos de este siglo, como acostumbraba hacerlo cuando vivía según la carne (Rom. 8: 12); por el contrario, debe experimentar una completa transformación por medio de la renovación de su mente. 

 TRANSFORMAOS. Gr. metamorfóÇ, verbo del cual deriva la palabra "metamorfosis". En Mat. 17: 2; Mar. 9: 2 se usa para describir la transfiguración de Cristo; en 2 Cor. 3: 18 describe la transformación del creyente a la imagen de Cristo. 
Pablo está diciendo que el cristiano no debe copiar las costumbres externas y mudables de este mundo, sino ser plenamente transformado en su naturaleza íntima. 
(Vivir conforme al último grito de la moda, no es vivir conforme a este principio)

La santificación incluye una separación externa del creyente de todas las costumbres profanas del mundo y una transformación interior. 

En otros pasajes del NT este cambio se describe 
como un nuevo nacimiento Juan 3: 3), 
una resurrección (Rom. 6: 4, 11, 13),
 una nueva creación (2 Cor. 5: 17; Gál. 6: 15). 
Renovación de vuestro entendimiento.

 La facultad del razonamiento de la persona, su capacidad para discernir entre lo correcto y lo incorrecto, están bajo el dominio de impulsos carnales antes de la conversión. Se describe la mente como "mente carnal" (Col. 2: 18). Pero cuando ocurre la conversión, la mente queda sujeta a la influencia del Espíritu de Dios. El resultado es que "nosotros tenemos la mente de Cristo" 
(1 Cor. 2: 13-16). "Las palabras 'os daré corazón nuevo' significan 'os daré una mente nueva"' (EGW RH 18-12-1913). 

 La muerte de la vida antigua en la carne y el comienzo de la vida nueva en el Espíritu (Rom. 6: 3-13) se describen como "el lavamiento de la regeneración y. . . la renovación en el Espíritu Santo" (Tito 3: 5). Este cambio renovador, que comienza cuando el creyente se convierte y nace de nuevo, es una transformación progresiva y continua, pues "nuestro hombre... interior... se renueva de día en día" (2 Cor. 4: 16) "hasta el conocimiento pleno" (Col. 3: 10). Y a medida que el hombre interior se va transformando por el poder del Espíritu Santo, la vida exterior 613 también va cambiando progresivamente. La santificación de la mente se revelará en una manera más santa de vivir, a medida que el carácter de Cristo se reproduzca más y más perfectamente en el creyente (ver PVGM 69). 

COMPROBÉIS. Gr. dokimázÇ. Esta palabra implica probar y aprobar. Incluye el doble proceso de decidir qué es la voluntad de Dios y luego aprobarla y proceder de acuerdo con ella. 
(cf. Rom. 2: 18; Efe. 5: 10; Fil. 1: 10). 
Mediante la renovación de su mente, el creyente queda capacitado para saber lo que Dios quiere que haga. Tiene discernimiento espiritual para orientarse en medio de los múltiples posibles caminos que se presentan en este siglo malo. Como ya no tiene una mente carnal sino la mente de Cristo, está dispuesto a hacer la voluntad de Dios, y de esa manera puede reconocer y entender la verdad (Juan 7: 17). 
Sólo la mente que ha sido renovada por el Espíritu Santo puede interpretar correctamente la Palabra de Dios. 
Las Escrituras inspiradas sólo pueden ser entendidas mediante el discernimiento que da el mismo Espíritu por el cual fueron dadas originalmente (ver Juan 16: 13-14; 1 Cor. 2: 10 -11; OE 312). 

 CUÁL SEA LA BUENA. Es posible traducir la última parte del versículo de esta manera: "De forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto" (BJ). De acuerdo con la traducción de la RVR, se describen las características de la voluntad de Dios; según la traducción de la BJ, el contenido de su voluntad. La diferencia esencial de significado es mínima. 

 3. DIGO, PUES.
Pablo ahora procede a demostrar los resultados prácticos de una mente renovada e iluminada. Primero habla de la humildad y de la cordura que convienen a un creyente consagrado y del uso adecuado de los dones espirituales para la edificación unificada de la iglesia. 

 POR LA GRACIA. Pablo habla en virtud de la autoridad que le fue conferida como apóstol para declarar la voluntad de Dios 
(ver Rom. 1: 5; 15: 15-16; 1 Cor. 3: 10; 15: 10; Gál. 2: 9; Efe. 3: 2, 7-8).  
A CADA CUAL. "A todos y a cada uno" (BJ). Con estas enfáticas palabras Pablo expresamente incluye a cada miembro de la iglesia de Roma, no importa cuán encumbrado fuera su cargo o cuán grande su Influencia. Quizá Pablo temía que los cristianos de Roma pudieran caer en la misma condición de presunción espiritual en que habían caído los creyentes de Corinto, desde cuya ciudad estaba escribiendo esta epístola (cf. 1 Cor. 1-5; 2 Cor. 10: 13). 

 QUE NO TENGA MÁS ALTO CONCEPTO. 
En griego hay un juego de palabras que no se puede reproducir fácilmente en castellano. La traducción literal poco más o menos sería: "no juzgarse más allá de lo que uno debe juzgarse sino juzgar para juzgar con sabiduría". Esta es una decidida admonición contra la presunción propia. Necesitamos llegar a conocer bien los puntos débiles y también los puntos fuertes de nuestro carácter para que podamos estar constantemente en guardia, no sea que emprendamos actividades o aceptemos responsabilidades que Dios nunca nos ha asignado (ver OE 334). 

 CORDURA. Gr. sÇfronéÇ, "tener sano juicio", "estar en sus cabales", "pensar con sabiduría". La persona altiva y presuntuosa no está bien equilibrada. La humildad es el efecto inmediato de la entrega a Dios y la consiguiente renovación de la mente. 
 El creyente consagrado reconoce su dependencia de la gracia de Dios por cada don espiritual del que pueda disfrutar, y esto no deja lugar para una indebida estima propia. El cristiano se estima con sensata discriminación y sano juicio. 

 LA MEDIDA DE FE. Esta es la verdadera norma por la cual el ser humano debe medirse a sí mismo. La persona cuya mente no ha sido renovada y que es carnal, se estima mediante las normas del mundo: por la riqueza, la posición o el conocimiento. Siempre se está esforzando por dar la impresión de que es más grande de lo que realmente es. Pero cuando interviene la fe y se renueva la mente, el creyente recibe la facultad para discernir las verdaderas limitaciones de sus capacidades. 

La fe le proporciona una nueva norma de medida para determinar con precisión la naturaleza y los alcances de sus capacidades, y por eso no se excede en lo que piensa de sí mismo. Comprende que mientras más grande sea su fe, mayor será su influencia espiritual y su poder. Pero esto no le enorgullecerá, pues mientras mayor sea su medida de fe más penetrante será la comprensión de su completa dependencia de Dios. CBA EGW  Ministerio Hno. Pio

viernes, 1 de junio de 2018

08. ¿EL FIN DE LA LEY ES CRISTO?


“Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree”. Rom. 10:4. 

 EL FIN DE LA LEY ES CRISTO. 
La palabra griega télos, "fin", 
está aquí en una posición que realza su importancia. 
Esta afirmación ha sido interpretada de diversas maneras: 
que Cristo es la terminación de la ley; 
que Cristo es la meta o propósito de la ley (cf. Gál. 3: 24)
que Cristo es el cumplimiento de la ley (cf. Mat. 5:17); 
que Cristo es la terminación de la ley como medio de salvación 
(cf. Rom. 6: 14). 

La primera interpretación, llamada antinomismo o antinomianismo* es una perversión de las Escrituras (ver com. 
cap. 3: 31). 

Las otras tres interpretaciones son 592 verdaderas, pero la última parece concordar mejor con el contexto de este versículo, pues Pablo está contrastando la forma como Dios justifica por la fe, con los intentos humanos de justificarse por medio de la obediencia a la ley.

 El mensaje del Evangelio es que Cristo "es el fin de la ley" como medio de buscar la justicia, para todo aquel que ejerce fe. Quizá sea significativo que en el griego no hay artículo (ver com. cap. 2: 12), lo que indica que Pablo se refiere al principio de ley en general y no a una ley en particular. Además, la tendencia de todo el razonamiento muestra que el apóstol Pablo está hablando de ley en sentido general. 

Este versículo no implica que se podía lograr la justicia mediante la observancia de la ley en el tiempo del AT, y que con la venida de Cristo la fe sustituyó a la ley como un medio de alcanzar la justicia. 
Desde la caída de Adán, Dios había revelado sólo un camino por el cual los hombres pueden ser salvos: la fe en el Mesías venidero. 
(Gén. 3: 15; 4: 3-5; Heb. 11: 4; cf. Rom. 4). 

Tampoco debe entenderse este pasaje en el sentido de que Cristo es la terminación de la ley de Dios, y que, por lo tanto, los hombres no están más bajo la obligación de obedecerla.

 Cristo es la solución de la ley porque es la solución final del problema del pecado, hecho patente por la ley. El propósito de Dios al proclamar sus leyes a Israel fue mostrarle su pecaminosidad (Rom. 3: 20) y su necesidad de un Salvador (Gál. 3: 24). 

Pero los judíos habían pervertido el propósito de Dios y usado sus leyes -la moral y la ceremonial- como medio para establecer su propia justicia mediante sus esfuerzos de obediencia legalista.

Cristo vino para poner fin a este abuso de la ley y para restablecer el sendero de la fe. Esta fe no abroga la ley sino que la establece (ver com. Rom. 3: 31) y hace posible que los hombres cumplan con sus requerimientos (ver com. cap. 8: 4). CBA MHP

sábado, 19 de mayo de 2018

07. ¡EL ESPÍRITU DE HUMILDAD Y PIEDAD FRENTE AL ORGULLO Y EL FORMALISMO EN LA IGLESIA CRISTIANA!


¡UN MENSAJE DE ADVERTENCIA!
 ¡EL PELIGRO QUE AFRONTA Y AFRONTARÁ LA IGLESIA DE TODO LOS TIEMPOS! ¡VIVIR CONFORME ALAS REGLAS DEL MUNDO!

 Pero a medida que el espíritu de humildad y piedad fue reemplazado en la iglesia por el orgullo y formalismo, se enfriaron el amor a Cristo y la fe en su venida

Absorbido por la mundanalidad y la búsqueda de placeres, el profeso pueblo de Dios fue quedando ciego y no vio las instrucciones del Señor referentes a las señales de su venida. La doctrina del segundo advenimiento había sido descuidada; los pasajes de las Sagradas Escrituras que a ella se refieren fueron obscurecidos por falsas interpretaciones, hasta quedar ignorados y olvidados casi por completo. 

Tal fue el caso especialmente en las iglesias de los Estados Unidos de Norteamérica. La libertad y comodidad de que gozaban todas las clases de la sociedad, el deseo ambicioso de riquezas y lujo, que creaba una atención exclusiva a juntar dinero, la ardiente persecución de la popularidad y del poder, que parecían estar al alcance de todos, indujeron a los hombres a concentrar sus intereses y esperanzas en las cosas de esta vida, y a posponer para el lejano porvenir aquel solemne día en que el presente estado de cosas habrá de acabar. 

Cuando el Salvador dirigió la atención de sus discípulos hacia las señales de su regreso, predijo el estado de apostasía 355 que existiría precisamente antes de su segundo advenimiento. 

Habría, como en los días de Noé, actividad febril en los negocios mundanos y sed de placeres, y los seres humanos iban a comprar, vender, sembrar, edificar, casarse y darse en matrimonio, olvidándose entre tanto de Dios y de la vida futura. La amonestación de Cristo para los que vivieran en aquel tiempo es: "Mirad, pues, por vosotros mismos, no sea que vuestros corazones sean entorpecidos con la glotonería, y la embriaguez, y los cuidados de esta vida, y así os sobrevenga de improviso aquel día." "Velad, pues, en todo tiempo, y orad, a fin de que logréis evitar todas estas cosas que van a suceder, y estar en pie delante del Hijo del hombre." (Lucas 21: 34, 36, V.M).

 La condición en que se hallaría entonces la iglesia está descrita en las palabras del Salvador en el Apocalipsis: "Tienes nombre que vives, y estás muerto." Y a los que no quieren dejar su indolente descuido, se les dirige el solemne aviso: "Si no velares, vendré a ti como ladrón, y no sabrás en qué hora vendré a ti." (Apocalipsis 3:1, 3). Era necesario despertar a los hombres y hacerles sentir su peligro para inducirlos a que se preparasen para los solemnes acontecimientos relacionados con el fin del tiempo de gracia. 

El profeta de Dios declara: "Grande es el día de Jehová, y muy terrible: ¿quién lo podrá sufrir?" (Joel 2: 11.) ¿Quién soportará la aparición de Aquel de quien está escrito: "Tú eres de ojos demasiado puros para mirar el mal, ni puedes contemplar la iniquidad” (Habacuc 1: 13, V.M.).
 Para los que claman: "Dios mío, te hemos conocido," y sin embargo han quebrantado su pacto y se apresuraron tras otro dios, encubriendo la iniquidad en sus corazones y amando las sendas del pecado, para los tales "será el día de Jehová tinieblas, y no luz; oscuridad, que no tiene resplandor." (Oseas 8:2, 1; Salmo 16:4; Amós 5:20).

"Sucederá en aquel tiempo -dice el Señor- que yo registraré a Jerusalem con lámparas, y castigaré a los hombres que, como vino, están asentados sobre sus heces; los 356 cuales dicen en su corazón: ¡Jehová no hará bien, ni tampoco hará mal!" "Castigaré el mundo por su maldad, y los impíos por su iniquidad; y acabaré con la arrogancia de los presumidos, y humillaré la altivez de los terribles." "No podrá librarlos su plata ni su oro;" "y sus riquezas vendrán a ser despojo, y sus casas una desolación." (Sofonías 1: 12, 18, 13; Isaías 13: 11, V.M.). 

El profeta Jeremías mirando hacia lo por venir, hacia aquel tiempo terrible, exclamó: "¡Se conmueve mi corazón; no puede estarse quieto, por cuanto has oído, oh alma mía, el sonido de la trompeta y la alarma de guerra! ¡Destrucción sobre destrucción es anunciada!" (Jeremías 4: 19, 20, V.M.) "Día de ira es aquel día; día de apretura y de angustia, día de devastación y desolación, día de tinieblas y de espesa obscuridad, día de nubes y densas tinieblas; día de trompeta y de grito de guerra." "He aquí que viene el día de Jehová, . . . para convertir la tierra en desolación, y para destruir de en medio de ella sus pecadores." (Sofonías 1: 15, 16; Isaías 13: 9, V.M.) 

Ante la perspectiva de aquel gran día, la Palabra de Dios exhorta a su pueblo del modo más solemne y expresivo a que despierte de su letargo espiritual, y a que busque su faz con arrepentimiento y humillación: "¡Tocad trompeta en Sión, y sonad alarma en mi santo monte! ¡tiemblen todos los moradores de la tierra! porque viene el día de Jehová, porque está ya cercano." "¡Proclamad riguroso ayuno! ¡convocad asamblea solemnísima! ¡Reunid al pueblo! ¡proclamad una convocación obligatoria! ¡congregad a los ancianos! ¡juntad a los muchachos!... ¡salga el novio de su recámara, y la novia de su tálamo! Entre el pórtico y el altar, lloren los sacerdotes, ministros de Jehová." "Volveos a mí de todo vuestro corazón; con ayuno también, y con llanto, y con lamentos; rasgad vuestros corazones y no vuestros vestidos, y volveos a Jehová vuestro Dios; porque él es clemente y compasivo, lento en iras y grande en misericordia." (Joel 2: 1, 15-17, 12, 13, V.M.). 357 

Una gran obra de reforma debía realizarse para preparar a un pueblo que pudiese subsistir en el día de Dios. El Señor vio que muchos de los que profesaban pertenecer a su pueblo no edificaban para la eternidad, y en su misericordia iba a enviar una amonestación para despertarlos de su estupor e inducirlos a prepararse para la venida de su Señor. 

Esta amonestación nos es presentada en el capítulo catorce del Apocalipsis. En él encontramos un triple mensaje proclamado por seres celestiales y seguido inmediatamente por la venida del Hijo del hombre para segar "la mies de la tierra." La primera de estas amonestaciones anuncia la llegada del juicio. 
El profeta vio un ángel "volando en medio del cielo, teniendo un evangelio eterno que anunciar a los que habitan sobre la tierra, y a cada nación, y tribu, y lengua, y pueblo; y dice a gran voz: ¡Temed a Dios y dadle gloria; porque ha llegado la hora de su juicio!; ¡y adorad al que hizo el cielo y la tierra, y el mar y las fuentes de agua!"
 (Apocalipsis 14: 6, 7, V.M.).

 Este mensaje es declarado parte del "evangelio eterno." La predicación del Evangelio no ha sido encargada a los ángeles, sino a los hombres. En la dirección de esta obra se han empleado ángeles santos y ellos tienen a su cargo los grandes movimientos para la salvación de los hombres; pero la proclamación misma del Evangelio es llevada a cabo por los siervos de Cristo en la tierra. Hombres fieles, obedientes a los impulsos del Espíritu de Dios y a las enseñanzas de su Palabra, iban a pregonar al mundo esta amonestación. Eran los que habían estado atentos a la "firme . . . palabra profética," la "lámpara que luce en un lugar tenebroso, hasta que el día esclarezca, y el lucero nazca." 
(2 Pedro 1: 19, V.M.). 

Habían estado buscando el conocimiento de Dios más que todos los tesoros escondidos, estimándolo más que "la ganancia de plata," y "su rédito" más "que el oro puro." (Proverbios 3: 14, V.M.) Y el Señor les reveló los grandes asuntos del reino. "El secreto de Jehová es 358 para los que le temen; y a ellos hará conocer su alianza." (Salmo 25: 14.). 
Los que llegaron a comprender esta verdad y se dedicaron a proclamarla no fueron los teólogos eruditos. Si éstos hubiesen sido centinelas fieles y hubieran escudriñado las Santas Escrituras con diligencia y oración, habrían sabido qué hora era de la noche; las profecías les habrían revelado los acontecimientos que estaban por realizarse. 

Pero tal no fue su actitud, y fueron hombres más humildes los que proclamaron el mensaje. Jesús había dicho: "Andad entre tanto que tenéis luz, porque no os sorprendan las tinieblas." (Juan 12: 35).
 Los que se apartan de la luz que Dios les ha dado, o no la procuran cuando está a su alcance, son dejados en las tinieblas. Pero el Salvador dice también: "El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida." (Juan 8:12, V.M.). 

Cualquiera que con rectitud de corazón trate de hacer la voluntad de Dios siguiendo atentamente la luz que ya le ha sido dada, recibirá aun más luz; a esa alma le será enviada alguna estrella de celestial resplandor para guiarla a la plenitud de la verdad. Cuando se produjo el primer advenimiento de Cristo, los sacerdotes y los fariseos de la ciudad santa, a quienes fueran confiados los oráculos de Dios, habrían podido discernir las señales de los tiempos y proclamar la venida del Mesías prometido. 

La profecía de Miqueas señalaba el lugar de su nacimiento. (Miqueas 5:2.) Daniel especificaba el tiempo de su advenimiento. (Daniel 9:25.) Dios había encomendado estas profecías a los caudillos de Israel; no tenían pues excusa por no saber que el Mesías estaba a punto de llegar y por no habérselo dicho al pueblo. Su ignorancia era resultado de culpable descuido. 

Los judíos estaban levantando monumentos a los profetas de Dios que habían sido muertos, mientras que con la deferencia con que trataban a los grandes de la tierra estaban rindiendo homenaje a los siervos de Satanás. Absortos en sus luchas ambiciosas por los honores mundanos y el poder, 359 perdieron de vista los honores divinos que el Rey de los cielos les había ofrecido. 

Los ancianos de Israel deberían haber estudiado con profundo y reverente interés el lugar, el tiempo, las circunstancias del mayor acontecimiento de la historia del mundo: la venida del Hijo de Dios para realizar la redención del hombre. Todo el pueblo debería haber estado velando y esperando para hallarse entre los primeros en saludar al Redentor del mundo. En vez de todo esto, vemos, en Belén, a dos caminantes cansados que vienen de los collados de Nazaret, y que recorren toda la longitud de la angosta calle del pueblo hasta el extremo este de la ciudad, buscando en vano lugar de descanso y abrigo para la noche. 

Ninguna puerta se abre para recibirlos. En un miserable cobertizo para el ganado, encuentran al fin un refugio, y allí fue donde nació el Salvador del mundo. Los ángeles celestiales habían visto la gloria de la cual el Hijo de Dios participaba con el Padre antes que el mundo existiese, y habían esperado con intenso interés su advenimiento en la tierra como acontecimiento del mayor gozo para todos los pueblos. Fueron escogidos ángeles para llevar las buenas nuevas a los que estaban preparados para recibirlas, y que gozosos las darían a conocer a los habitantes de la tierra. 

Cristo había condescendido en revestir la naturaleza humana; iba a llevar una carga infinita de desgracia al ofrendar su alma por el pecado; sin embargo los ángeles deseaban que aun en su humillación el Hijo del Altísimo apareciese ante los hombres con la dignidad y gloria que correspondían a su carácter. ¿Se juntarían los grandes de la tierra en la capital de Israel para saludar su venida? ¿Sería presentado por legiones de ángeles a la muchedumbre que le esperara? 

Un ángel desciende a la tierra para ver quiénes están preparados para dar la bienvenida a Jesús. Pero no puede discernir señal alguna de expectación. No oye ninguna voz de alabanza ni de triunfo que anuncie que la venida del Mesías es inminente. El ángel se cierne durante un momento sobre la ciudad 360 escogida y sobre el templo donde durante siglos y siglos se manifestara la divina presencia; pero allí también se nota la misma indiferencia. 

Con pompa y orgullo, los sacerdotes ofrecen sacrificios impuros en el templo. Los fariseos hablan al pueblo con grandes voces, o hacen oraciones jactanciosas en las esquinas de las calles. En los palacios de los reyes, en las reuniones de los filósofos, en las escuelas de los rabinos, nadie piensa en el hecho maravilloso que ha llenado todo el cielo de alegría y alabanzas, el hecho de que el Redentor de los hombres está a punto de hacer su aparición en la tierra. 

No hay señal de que se espere a Cristo ni preparativos para recibir al Príncipe de la vida. Asombrado, el mensajero celestial está a punto de volverse al cielo con la vergonzosa noticia, cuando descubre un grupo de pastores que están cuidando sus rebaños durante la noche, y que al contemplar el cielo estrellado, meditan en la profecía de un Mesías que debe venir a la tierra y anhelan el advenimiento del Redentor del mundo. Aquí tenemos un grupo de seres humanos preparado para recibir el mensaje celestial. Y de pronto aparece el ángel del Señor proclamando las buenas nuevas de gran gozo.

 La gloria celestial inunda la llanura, una compañía innumerable de ángeles aparece, y, como si el júbilo fuese demasiado para ser traído del cielo por un solo mensajero, una multitud de voces entonan la antífona que todas las legiones de los rescatados cantarán un día: "¡Gloria en las alturas a Dios, y sobre la tierra paz; entre los hombres buena voluntad!" (San Lucas 2: 14, V.M.).

 ¡Oh! ¡qué lección encierra esta maravillosa historia de Belén! ¡Qué reconvención para nuestra incredulidad, nuestro orgullo y amor propio! ¡Cómo nos amonesta a que tengamos cuidado, no sea que por nuestra criminal indiferencia, nosotros también dejemos de discernir las señales de los tiempos, y no conozcamos el día de nuestra visitación! 

No fue sólo sobre los collados de Judea, ni entre los humildes pastores, donde los ángeles encontraron a quienes velaban 361 esperando la venida del Mesías En tierra de paganos había también quienes le esperaban; eran sabios, ricos y nobles filósofos del oriente. 

Observadores de la naturaleza, los magos habían visto a Dios en sus obras. Por las Escrituras hebraicas tenían conocimiento de la estrella que debía proceder de Jacob, y con ardiente deseo esperaban la venida de Aquel que sería no sólo la "consolación de Israel," sino una "luz para iluminación de las naciones" y "salvación hasta los fines de la tierra." (Lucas 2: 25, 32; Hechos 13: 47, V.M.). Buscaban luz, y la luz del trono de Dios iluminó su senda. Mientras los sacerdotes y rabinos de Jerusalén, guardianes y expositores titulados de la verdad, quedaban envueltos en tinieblas, la estrella enviada del cielo guió a los gentiles del extranjero al lugar en que el Rey acababa de nacer. 

Es "para la salvación de los que le esperan" para lo que Cristo aparecerá "la segunda vez, sin pecado." (Hebreos 9: 28, V.M.) Como las nuevas del nacimiento del Salvador, el mensaje del segundo advenimiento no fue confiado a los caudillos religiosos del pueblo. No habían conservado éstos la unión con Dios, y habían rehusado la luz divina; por consiguiente no se encontraban entre aquellos de quienes habla el apóstol Pablo cuando dice: "Vosotros, empero, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día a vosotros os sorprenda como ladrón: porque todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día; nosotros no somos de la noche, ni de las tinieblas." 
(1 Tesalonicenses 5: 4, 5, V.M.).

*Los centinelas apostados sobre los muros de Sión deberían haber sido los primeros en recoger como al vuelo las buenas nuevas del advenimiento del Salvador, los primeros en alzar la voz para proclamarle cerca y advertir al pueblo que se preparase para su venida. Pero en vez de eso, estaban soñando tranquilamente en paz, mientras el pueblo seguía durmiendo en sus pecados. 

Jesús vio su iglesia, semejante a la higuera estéril, cubierta de hojas de presunción y sin embargo carente de rica fruta. Se observaban con jactancia las formas de 362 religión, mientras que faltaba el espíritu de verdadera humildad, arrepentimiento y fe, o sea lo único que podía hacer aceptable el servicio ofrecido a Dios. 

En lugar de los frutos del Espíritu, lo que se notaba era orgullo, formalismo, vanagloria, egoísmo y opresión. 

Era aquélla una iglesia apóstata que cerraba los ojos a las señales de los tiempos. Dios no la había abandonado ni había dejado de ser fiel para con ella; pero ella se alejó de él y se apartó de su amor. Como se negara a satisfacer las condiciones, tampoco las promesas divinas se cumplieron para con ella. 

Esto es lo que sucede infaliblemente cuando se dejan de apreciar y aprovechar la luz y los privilegios que Dios concede. A menos que la iglesia siga el sendero que le abre la Providencia, y aceptando cada rayo de luz, cumpla todo deber que le sea revelado, la religión degenerará inevitablemente en mera observancia de formas, y el espíritu de verdadera piedad desaparecerá. 

Esta verdad ha sido demostrada repetidas veces en la historia de la iglesia. Dios requiere de su pueblo obras de fe y obediencia que correspondan a las bendiciones y privilegios que él le concede. 

La obediencia requiere sacrificios y entraña una cruz; y por esto fueron tantos los profesos discípulos de Cristo que se negaron a recibir la luz del cielo, y, como los judíos de antaño, no conocieron el tiempo de su visitación. (Lucas 19:44.) A causa de su orgullo e incredulidad, el Señor los dejó a un lado y reveló su verdad a los que, cual los pastores de Belén y los magos de oriente, prestaron atención a toda la luz que habían recibido. EGW CS Ministerio Hno. Pio